Amanda Todd escapó del infierno en el que vivía desde hace tres años, pero esta vez no se mudó de escuela o de casa: la joven residente en la Columbia Británica se suicidó. Un mes antes había contado su "historia interminable" en YouTube para inspirar a otras personas agobiadas también por el acoso. La odisea de esta adolescente había comenzado cuando apenas cursaba el séptimo grado.
Amanda cayó en un abismo de depresión, ansiedad, pánico…Encontró falsas salidas en el alcohol y las drogas. Enfermó. Cuando pensó que lo peor había pasado su victimario abrió una página en Facebook con la maldita foto e invitó a los amigos de la nueva escuela. La adolescencia es una edad cruel. Según su testimonio, ninguno de sus condiscípulos la apoyó, todos se apartaron de ella como si padeciera una enfermedad contagiosa.
Pero su descenso al infierno no había concluido. Una nueva mudanza de escuela, otra pausa para creer que podría comenzar desde el inicio, sin la sombra de la vergüenza y el desprecio. Entonces empezó a conversar con un muchacho y pensó que finalmente alguien se interesaba por ella. El fugaz romance concluyó con una escena grotesca frente a todo el colegio: la novia del chico la empujó y la golpeó. "¡Nadie te quiere aquí!", le gritó. Él observaba complacido la escena.
Y después la agobiaron con bromas en Facebook porque había intentado suicidarse con lejía. Algunos dijeron que debía haber muerto.
Amanda sufrió los efectos de la intimidación durante tres años. Lanzó su grito de ayuda en YouTube hace un mes. Hoy miles de personas lamentan el desenlace de su historia en las redes sociales y la noticia ha dado la vuelta al mundo. Ni los titulares, ni los comentarios en Facebook, ni las pesquisas policiales le devolverán la vida. Su vídeo silente en blanco y negro es otra prueba en contra de esa gran asesina en serie: la indiferencia humana.
Amanda sufrió los efectos de la intimidación durante tres años. Lanzó su grito de ayuda en YouTube hace un mes. Hoy miles de personas lamentan el desenlace de su historia en las redes sociales y la noticia ha dado la vuelta al mundo. Ni los titulares, ni los comentarios en Facebook, ni las pesquisas policiales le devolverán la vida. Su vídeo silente en blanco y negro es otra prueba en contra de esa gran asesina en serie: la indiferencia humana.